Por un lado me siento tremendamente frustrado. Tengo una incontenible inquietud por conocer todo lo que rodea, por aprender, intentar comprender la inabarcable realidad presente, y la que me ha precedido. Soy consciente de que es imposible dar explicación y causa a todo el acontecer, además, siento como el ansia de cultura se traduce en aislamiento, ostracismo social, no sé por qué tengo esta estúpida sensación de aburrirme al hablar de temas cotidianos sin la mayor transcendencia, conversaciones anodinas sin más sentido que sentirse humano.
Envidio a la gente que vive sin preocuparse por el sistema en el que vive, que solo se preocupa por conseguir un trabajo, formar una familia y ser feliz con lo que tiene.
Por qué en la sociedad de la información brillantemente creada por Gore, y reproducida por la UE sin tapujos, me siento absolutamente solo, un ente sin alma, sin calma. Un producto de la publicidad, que creía que por llevar un estúpido logo en la ropa, y comprar todo tipo de cosas inútiles era más feliz.
Supongo que soy un empedernido apocalíptico, un amargado resignado a vivir así. Sé que hay cosas buenas en el mundo, el amor, del cual desconozco el significado desde hace mucho tiempo, la amistad, la familia, la naturaleza, la música, la literatura, el arte en definitiva, y un largo etcétera.
Me repugna saber que algunos hombres pisotean al resto por conseguir el mayor dinero posible, o por el color de piel. Que la mayoría del mundo vive en la miseria y esclavitud mientras otros en la opulencia y abundancia. Qué pena, ha habido un terremoto en Haití, qué pena esos pobres negritos desnutridos que muestra el informativo, qué mundo tan cruel, para qué hacer algo si nada va a cambiar, mejor olvidar que el resto del mundo existe, que solo el hemisferio norte en su parte occidental es digno de ser tenido en cuenta, los demás son los extraños, los que hablan raro, los que comen cosas asquerosas y tienen costumbres ridículas.
El mundo seguirá girando con o sin nosotros, lo somos todo y no somos nada.
Es mejor vivir en la más vil ignorancia, no cuestionarse nada, para qué…, pasar el tiempo libre en la caverna encadenados al mundo sensible de la televisión y de las mediaciones. Mejor escuchar las mismas fórmulas estereotipadas que nos dan a modo de lista de los 40 éxitos en la radio, o disfrutar en las noches de la original música e instructiva cultura de las discotecas. Para qué preocuparse de otras cosas si tienes un físico envidiable, con el que se puede conseguir todo.
El mundo seguirá girando y no aprenderemos de nuestros errores, tropezaremos una y otra vez en los mismos obstáculos, olvidaremos la historia ya que el presente y futuro se encuentran bajo la nueva religión tecnológica, solución a todos los problemas, incluso de los países del tercer mundo. Expresión por cierto, surgida tras la no alineación de algunos países en la Guerra Fría a los dos bandos antagónicos, quizás hubiera sido mejor dejar de preocuparnos por la bomba atómica y aprender a amarla, como decía el Doctor Strangelove en una sublime película de Kubrick, para vivir bajo tierra, y empezar de nuevo tras la devastación nuclear.
Dónde están los dioses cuando el mundo se desmorona, es mejor creer en una existencia sobrenatural que explique lo que a nosotros se nos escapa, es preferible esperar una vida nueva después de la terrenal en un paraíso entre nubes. Muchos necesitan creer en algo que transcienda lo racional, materializado en un ser ficticio que todo lo controla desde la absoluta equidad, y nuestro Dios es el verdadero, el resto de religiones en el mundo no merecen consideración, ya que poseemos la verdad absoluta. Y cómo no, la Iglesia siempre velará por nosotros, tendremos una vida pre-programada, aún más si cabe, con todo tipo de ceremonias, con el cumplimiento de los mandamientos en el caso cristiano, una vida supeditada a un ente invisible, que nos ayuda en el día a día a eliminar nuestras penas.
Quizás deba volver a creer en Dios, ya que puedo ser calificado de comunista ateo. Somos proclives a categorizar el mundo, para facilitar su comprensión, síntoma de nuestra incapacidad para controlar su inmensidad.
Seguiré siendo un visceral y deshumanizado constructo post-moderno.